jueves, 11 de marzo de 2010

Los olvidados


En una excursión urbana por la ciudad de Las Palmas, me he centrado en mostrar la realidad de los olvidados: aparcacoches, mendigos, drogadictos... esos de los que nadie se acuerda, mucho menos las instituciones, son los protagonistas y valedores de este documento.

Eran aproximadamente las 18:00 del día 9 de marzo de 2010. La ciudad de Las Palmas, presenta en el último año un aumento de gente sin oficio pululando por la ciudad. Decido abordarlos. El resultado, va más allá de lo periodístico, para entrar en el terreno de lo emotivo.

Empiezo mi recorrido por la C/ Perojo, hablando con un famoso aparcacoches. Unos lo llaman “rubio”, otros lo llaman Valerón, “porque Valerón ha sido para mí el mejor jugador del mundo”. Valerón ya es un veterano de la calle: “tengo 56 años y llevo once aparcando coches”. Considera además, que “robar no vale la pena, porque es una ruina”. Es apreciado por muchos de los que aparcan habitualmente en la famosa calle del centro de la ciudad de Las Palmas. “Has cogido al mejor, es un puntal”, nos comenta un conductor que aparca habitualmente en Perojo.

Sigo hacia la calle Pérez Galdós y en una trasera me tropiezo con otro aparcacoches. Este es más joven, pero no accede a que lo grabe. Me comenta que sus condiciones de vida son duras y que se dedica a “aparcar coches y lo que surja”. No parece receptivo a las preguntas y se muestra esquivo y decido seguir mi ruta.

Al final de la calle Pérez Galdós, en el semáforo que lleva hacia la zona de Vegueta, me aborda un joven de unos 26 años de edad: “hermano, ¿me ayudas que estoy en la calle?”. Saco de mi cartera un euro y se lo doy. Le pregunto que si él me ayuda a mí, respondiéndome a algunas preguntas. Cuando saco la cámara se tapa la cara. Decido sólo preguntarle y anotar en mi libreta: “estoy en la calle por culpa de mi familia”. No parece importarle lo que yo le pregunto. Me dice que le hacen falta dos euros más para comer y se los ofrezco. Mientras me responde con desgana preguntas sobre la situación económica, me pide un euro más y su cara empieza a estar desencajada. En ese momento, me doy cuenta de que he contribuido con tres euros, para que un drogadicto compre su dosis diaria. Le deseo suerte y continúo.

La situación de desempleo y precariedad en las islas, está creando un núcleo importante de marginalidad. Nadie se preocupa de los olvidados, por eso, desde aquí mi homenaje a ellos.